PASOS SOBRE MI CABEZA

El ruido me saco de un profundo sueño, como si alguien abriera una y mil veces la puerta. El sonido fue colándose en mi mente confundiéndome, acoplándose a esas sensaciones que soñaba. Pero la insistencia del ruido consiguió que mi sueño se esfumara y la realidad campara temprano.

No era la puerta abriéndose, eran unos pasos en el techo… algo caminaba con pisadas irregulares, paseándose de un lado a otro por encima de nuestras cabezas. Eran unos pasos apresurados, impacientes. De pronto se pararon y en breve otros pasos impacientes pasearon por encima. Deprisa, despacio, con chulería, deteniéndose donde y cuando les parecía y de repente…Silencio. Todos estábamos despiertos, imposible dormir oyendo semejantes ruidos. Imaginando el origen de ellos. A si todos los días al amanecer.

 Algo nos recordaba que no estábamos solos y que este no era nuestro sitio, que sin quererlo habíamos invadido un espacio del que nunca seriamos dueños, porque ya lo tenía.

 Al tercer día, armada de valor, decidí esperar escondida a ese misterioso visitante que se paseaba en nuestro techo como Pedro por su casa. Y le vi. Por fin descubrí que no era uno si no dos. Dos gaviotas, Gavi y Otas como les bautizamos. Llegaban todos los días  desde distintos puntos del cielo y se posaban en el techo de nuestra caravana. Se acercaban la una a la otra, sin gritos, en silencio. Recorrían el cuerpo de la otra con el pico y se daban algo parecido a nuestros besos. Se quedaban juntas muy cerquita, haciéndose arrumacos, como dos amantes que se encuentran con el tiempo justo. Y enseguida volvían a levantar el vuelo cada una por su lado.

Ahora cuando oigo sus dedos palmeados pisando el techo, sonrio en sueños y sigo durmiendo. Pero mañana cuando amanezca ya no podrán caminar por mi techo, su punto secreto de encuentro habrá desaparecido.

Se acabó lo bueno, volvemos a casa