Cada día que pasaba estaba más harta, ya no aguantaba más. Necesitaba descansar, vivir en paz. Hacía mucho que el sol no salía por Antequera pero no tardaría mucho en salir. La última vez casi la manda para el hospital… la próxima igual lo consigue…
Esstrella se dirigía corriendo a casa, después del trabajo. Tenía que llegar antes que él para limpiarlo todo muy bien. El odiaba el polvo y la suciedad y muchas palizas habían empezado por cosas de esas. A él le encantaba el olor a amoniaco, decía que eso lo desinfectaba todo. Ella no quería provocarle a sí que todos los días limpiaba la casa tan afondo que hacia sangrar hasta las paredes.
Limpiando estaba a toda prisa, nerviosa cuando escucho el sonido de las llaves en la puerta. Ya está aquí… espero que venga de buen humor, pensó.
El entro en la casa y sin decirla nada, solo una mirada, se dirigió rápidamente al cuarto de baño. Algo le había sentado mal, las prisas le hacían correr. Se sentó en su trono y rápidamente se desfogo. Quedo tan aliviado que saco un cigarrillo para rematar la faena y empezar a saborear las mieles de de lo que su maquiavélica cabeza había empezado a maquinar cuando llego a casa y vio que el bote vacio de detergente, que el había rellenado de gasolina, estaba en la mesa de la cocina. Ella no podía tocar sus cosas, se lo había dicho cientos de veces. Le daba igual la respuesta, no podía consentirlo. Ahora cuando saliera, después de su cigarro, que le estaba sabiendo a gloria, la daría su merecido por desobediente. Saldría el sol por Antequera.
Esstrella se había quedado perpleja cuando le había visto entrar, sin saludarla, solo la había mirado de esa manera que ella reconocía muy bien..., se lo vio en los ojos… y rápidamente empezó a recoger todos los líquidos de limpieza que tenía en la cocina, fuera de su sitio. Espero que no haya notado el olor a gasolina que ha quedado en el baño, luego intente compensarlo añadiendo amoniaco, pensó. Y mientras recogía rezaba pidiendo que la gracia divina intercediera por ella o esta vez puede que si terminase en el hospital.
El, que ya se sentía satisfecho después de realizar su necesidad imperiosa y de fumar parte de su cigarrillo imaginando lo que vendría después… Decidió terminar una faena y empezar otra. A sí que con un gesto común tiro el resto del cigarrillo por detrás de sus nalgas, directo al fondo del wáter…
De pronto se oyó una explosión, no demasiado grande… Estrella corrió hacia el baño y con miedo abrió la puerta preguntando.
- Estás bien?.
Mirando el cuerpo de su marido tirado en el suelo pensó…Ya nunca más saldrá el sol por Antequera...